-Medita y sabrás quién tomó el cuenco -dijo el monje.
Resoplé, pero obedecí.
A eso me había llevado el libro Quién se ha llevado mi queso, luego el de El monje que vendió su ferrari, y otros más. A dejar todo y meditar en el Himalaya. Ahora, alguien se había llevado mi cuenco y debía meditar para hallar al culpable.
Medité y medité.
Estrujé mi cerebro y los planos astrales.
Una hora después, la luz se hizo.
-Tú, maestro, te has llevado mi cuenco -dije apenas volvió.
-Lo lograste. Te felicito.
-¿Y cuál es la lección?
-Ninguna. Perdí el mío y no lo encuentro. Necesitaba desayunar. Toma el burro, baja al pueblo y me consigues otro.
[Andrés Durán]
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