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Ideas para cuentos – Asociaciones de ideas y creatividad

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Foto de Sarah Lee (Freeimages.com)

En la primera clase del curso que mencioné en la entrada del blog anterior leímos un par de cuentos cortos. Estos dos relatos fueron un minicuento, “El dinosaurio”, de Arturo Monterroso (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Ese es el minicuento, siete palabras) y un cuento de Gabriel García Márquez, “Un día de estos”.

En un cuento tan corto como el del dinosaurio, los lectores pueden tener diversas interpretaciones sobre él mismo, y eso en efecto fue lo que se reflejó en los comentarios de la clase. ¿Qué pensarías tú del cuento? Al leerlo, yo pensé en una alusión a una historia de ciencia ficción, pues me gustan ese tipo de textos y he escrito y publicado cuentos de ese género. Pero otras personas dieron otras muy diferentes.

Al leer “Un día de estos”, se nos preguntó qué nos llamaba la atención. También hubo muchas respuestas diferentes. A mí me llamó la atención el contraste entre el ritmo lento del comienzo y la tensión posterior. Pero hubo comentarios sobre la situación política, las relaciones de poder, la construcción del relato, la relación con otros cuentos de la colección, etcétera.

Un análisis teórico de un cuento busca identificar una gran cantidad de elementos de un relato. De hecho, lo que se puede decir de un cuento, por la misma multiplicad de visiones posibles sobre el mismo, puede ser infinito. Por ello lo importante para este blog no es cuál es el análisis de tal o cual texto, sino para qué nos sirve en relación con la práctica de la escritura.

Esta misma diversidad de análisis, opiniones o perspectivas sobre un cuento nos permite apreciar la infinidad de las asociaciones posibles del pensamiento que suscita una historia en los lectores. A cada persona le llama la atención algo distinto y se forma distintas ideas sobre una historia.

Por otra parte. el proceso de análisis tiende a ser más racional, en la medida en que busca identificar toda una serie de elementos de forma “objetiva”. Sin embargo, los análisis también están influenciados en mayor o menor medida por el gusto, las preferencias de los temas, las creencias, etcétera. En el proceso de escritura creo que ocurre un  poco al contrario. Se basa más en lo que nos gusta, a pesar de que también tenga elementos analíticos. Se dice “escribe sobre lo que conoces”, pero ante todo creo que debe ser “escribe sobre lo que te gusta”. Si te gusta, quizás lo conoces, y si no lo conoces lo investigas con gusto porque quieres conocer.

Cuando buscamos ideas para cuentos o novelas, hay situaciones, ideas, elementos, que nos llaman la atención y sobre los cuales nosotros podemos crear asociaciones propias de ideas para a partir de allí escribir una historia. Y sobre un mismo elemento inicial cada persona podrá tener ideas muy distintas.

Por ejemplo, los concursos de cuentos donde se da una frase, un párrafo o una imagen para que a partir de allí cada concursante elabore un relato, reciben tantos cuentos diferentes como participantes.

Esto sirve para que nos demos cuenta que es fácil encontrar ideas, algo que puede parecernos difícil si no tenemos práctica. (ver también: cómo encontrar buenas ideas y encontrar ideas y desarrollarlas).

Una forma de buscar ideas es estar atentos y buscar un tema que nos llame la atención, una noticia, una situación, un libro, un pasaje y luego darle rienda suelta a nuestra creatividad para a partir de allí crear una historia. Cualquier situación, imagen, lectura que nos llame la atención pueden llevarnos a crear una historia derivada a partir de ella gracias a nuestras propias asociaciones de ideas.

Por ejemplo, una vez vi una persona en la calle, con un vestido que me pareció raro. Eso bastó para a partir de ahí crear una historia, que sería muy distinta para cada persona a la que se le dijera escribe un cuento sobre esa persona.

En otra ocasión leía un cuento de ciencia ficción sobre teletransportación. Pero no me gustó la forma en que el autor manejaba esta idea. Pensé entonces en escribir una historia que me gustara sobre ese mismo tema. De allí surgió el cuento “Teletransportación” publicado en el libro “El vidente y otros cuentos”. Si dijera ya mismo escribe un cuento sobre teletransportación o creemos un concurso de cuento con el tema teletransportación, saldrían miles de historias diferentes. Pero como a lo mejor ese tema no sea de tus favoritos, puedes buscar otros que te llamen la atención y de allí de será mucho más fácil y placentero encontrar una historia que contar.

Hace unos días estaba haciendo deporte y decidí aprovechar ese momento para buscar una idea para el cuento que va a completar mi siguiente libro de cuentos. Como me gustan los deportes y estaba haciendo deporte, me dije “voy a buscar una idea sobre ese tema”. Pensé primero en alguien trotando, que ocurriera algo con otra persona, algo así, pero no encontré nada por ahí. Luego pensé en el boxeo y tras pensar un par de minutos pensando en el tema se me ocurrió una historia que aún no he escrito, pero que pronto lo haré.

Generalmente partimos de una situación básica y de allí hay que pensar en algo que le añada algún tipo de conflicto, tensión, incertidumbre, emoción, etcétera, pues parafraseando una cita cuyo autor no recuerdo: “No hay historia en las situaciones felices”. Por algo existe la famosa frase con la que se cierran o cerraban algunos cuentos infantiles “fueron felices y comieron perdices”. Ahí acaba el cuento porque ya no hay más historia. Si todo está muy bien y nada raro ocurre no hay una historia interesante. (ver: las historias que contamos).

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Foto de clashed (Stockxchng)

Por ejemplo, pensemos una situación muy sencilla. Una pareja está comiendo en su casa. Supongamos que no pasa nada, terminen de comer y se van a acostar. No habría historia. Ahora imaginemos cosas que podría ocurrir que generarían una historia interesante:

1) –No te había contado. José llega mañana –dice ella.

2) Él se pone a llorar de repente y dice: –No me los vas a perdonar, no…

3) –Tengo que contarte algo muy importante –dice ella–, algo que pasó hace diez años.

4) Él saca una pistola.

5) ­–No vas a creer lo que me pasó hoy –dice ella.

6) -Esto se terminó, Margarita, mañana me voy –dice él.

Etcétera. Podríamos seguir buscando situaciones a partir de las cuales saldrían historias. No solo eso. De cada una de estas situaciones imaginarias, se desprenden sucesivamente una infinidad de ramificaciones. Por ejemplo, tomemos el punto 1). De allí podemos derivar muchas historias: ¿Quién es José y por qué llega?: a) un hijo de la pareja que busca ayuda por tal o cual razón; b) el exmarido de la mujer; c) un amigo al que le deben mucho dinero; d) un primo condenado por narcotráfico que vuelve deportado de Europa; e) el hermano de alguien que ellos atropellaron en un accidente hace muchos años y de quien se hicieron amigos después; etcétera. Lo mismo con cualquier otro punto. Ensayemos con el de la pistola: a) –mi vida termina aquí –dice él; b) –lo siento pero tengo que matarte–dice él; c) –Por fin la compré –dice él–, ya no tenemos excusa para no hacerlo; d) –Jamás pensé que lo haría, fueron dos tiros. Atrás está el cadáver –dice él; e) –Voy a venderla, no quiero verla más en esta casa –dice él. Etcétera.

Estos ejemplos y lo mencionado antes debe servirnos para darnos cuenta de que es fácil encontrar ideas para relatos. Es cuestión de insistir y practicar y las encontraremos cada vez con mayor facilidad.

 

 

 

Escribir a diario

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Foto de Omkar A.V (Photoxpress.com)

Para seguir con las citas populares, mencionemos en esta ocasión una sobre la creatividad y la inspiración: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.[1]

Quizás algunos escritores compongan sus textos en un rapto de inspiración: se les “aparece la musa” y transcriben con rapidez lo que les sopla al oído. Sin embargo, es probable que esta imagen romántica se corresponda más con la creación de escritos cortos que reflejan emociones fuertes capturadas al paso o con destellos que dan inicio a un proceso creativo más prolongado. Esta idea de la creación es atractiva y le da a la profesión de escritor y, en general, a la de las artes, un aura de misterio y romanticismo. Pero con ella no contribuimos a dar herramientas para desarrollar el hábito de trabajo que facilita que “la musa” se aparezca, que entremos en esa zona creativa donde las palabras e ideas fluyen con más facilidad. Porque a lo que apunta la cita de Picasso y la experiencia de la gran mayoría de escritores, es a que la creación se produce dentro de una disciplina o hábito diario de trabajo.

Una de las “dificultades” de escribir consiste en que nadie nos da un plazo ni nos obliga a escribir. No tenemos un jefe que nos diga que tal cuento, artículo, entrada de blog, novela, libro de cualquier tema, etc., debe estar listo en tantos días, semanas o meses. Nosotros mismos debemos adquirir la disciplina y el hábito para escribir y producir lo que queremos.

Entonces, ¿cómo embarcarnos en una rutina de escritura o creación constante?

En una entrada anterior del blog, vimos que ponernos límites de tiempo para terminar una obra puede ser muy útil para impulsar la creatividad (lo ha experimentado quien se enfrenta a un plazo en la universidad, un periódico, el colegio o el trabajo para entregar un texto). Algunos escritores que trabajan con editoriales, también funcionan mediante plazos, con contratos de un libro al año, por ejemplo. Las fechas límites de entrega en los concursos literarios también pueden cumplir el mismo propósito, al igual que programas como el “Mes nacional de escritura de novela” (Nanowrimo, por sus siglas en inglés), cuyos participantes se comprometen a terminar el borrador de una novela de mínimo 50.000 palabras en un mes.

Aparte de estos plazos, también hay otra forma de fomentar la creatividad, que vimos parcialmente en otra entrada y que puede ayudarnos a ser más productivos.

Antes de continuar, cabe mencionar que no por escribir más palabras su calidad será mayor. Por eso, hablar de productividad en escritura es un tema sensible. Algunos escritores resienten el tema y tratan con desdén cualquier mención al respecto. Sin embargo, muchas veces no escribimos no porque no se nos ocurran frases geniales, sino porque hacemos a un lado la disciplina de escribir. Es decir, debemos aclarar si no estamos escribiendo mucho porque ese es realmente el ritmo y calidad con los que nos sentimos cómodos o porque no estamos realmente enfocados en hacerlo. Si hay problemas de creatividad, “bloqueos” u otros, la disciplina o el hábito por lo general se imponen para resolverlos, justamente por la necesidad que crean de escribir, de cumplir unos objetivos.

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Foto de GollyGForce (Flickr.com)

 Objetivos o metas diarias de tiempo

Otra forma de utilizar una meta de tiempo para escribir consiste no en plantearnos un plazo para un escrito, sino en ponernos una meta de tiempo diario de escritura. En la primera entrada del blog vimos que para comenzar a escribir, un buen ejercicio es hacerlo durante media sin parar, todos los días, para así liberar la creatividad.

Si disponemos de más tiempo que media hora y queremos pasar de liberar la creatividad a escribir cuentos, blogs, artículos, libros de divulgación, novelas, etc., es útil que nos propongamos dedicarle determinado tiempo al día a esta labor, justamente para crear un hábito o disciplina de trabajo. De lo contrario, es posible que digamos: “ya escribí un poco hoy, mañana sigo”, “ya empecé, la otra semana continuo”, o que nos dejemos llevar por cualquier excusa que postergue el sentarnos frente al teclado a escribir o planear un texto y nos dediquemos a otras cosas. Por esto también es importante anotar el tiempo que efectivamente hemos dedicado a escribir, no el tiempo que estamos frente al computador.

Esta idea básica tiene variantes, como dedicar cierto tiempo a escribir, otro tiempo a corregir, otro tiempo a planear (si para escribir hacemos un plan antes), a leer teoría, etcétera. Pero al menos debemos comenzar por asignarle cierto tiempo a la escritura.

Una opción es comenzar con poco tiempo y aumentar a medida que dispongamos de más, que se nos facilite escribir, que entremos en ritmo, etcétera. Quien corre una maratón no comienza con 42 kilómetros, sino que se pone en forma progresivamente. En la primera entrada del blog propuse media hora para quien empieza y quiere mejorar la creatividad, pero cada cual gradúa su primer paso y su progreso según su disponibilidad y objetivos (liberar la creatividad; escribir una tesis, un cuento, un blog; escribir de forma aficionada, profesional; etc.).

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Foto de Dan Jaeger (Freeimages.com)

 
Objetivos o metas diarias de número de palabras

El problema con ponernos un objetivo de tiempo para dedicárselo a escribir, es que puede que nos pasemos ese tiempo sentados frente al computador, pero sin escribir nada, quizás entretenidos en pensamientos, quizás haciendo otras cosas. También es posible que escribamos unas pocas frases y nos demos por satisfechos porque cumplimos con el objetivo de tiempo dedicado a la escritura.

La solución a este problema consiste en ponernos un objetivo de número de palabras o páginas a escribir durante cierto tiempo determinado (durante todo el día o por horas, por ejemplo). Al proponernos este objetivo, pondremos a trabajar a nuestra imaginación para lograrlo.

Por supuesto, la cantidad de palabras dependerá del tiempo que tengamos disponible y de nuestro método de trabajo. Si somos de los que no pasan una página hasta que todas las frases estén perfectas, serán menos palabras, y si somos de los que preferimos dejar fluir la escritura en un borrador para luego corregirlo varias veces, entonces serán más palabras, y así según cada método. A medida que escribamos y conozcamos nuestro estilo, reajustaremos nuestras metas y objetivos para escribir las cantidades que queramos, según nuestro propósito.

Si te dijera ya mismo: “tienes 2 horas (o cierto tiempo fijo) contadas a partir de este momento para escribir un borrador de una historia de 800 palabras, no importa si está completa, si es buena o no, si tiene final, solamente una narración de lo que ocurre a alguien”, ¿crees que podrías hacerlo? Seguramente sí. Quizás no sea una gran historia, pero habrás ejercitado tu creatividad y a lo mejor puedas corregir ese escrito más adelante o sacar ideas de ahí para otro texto.

Ese el reto que podemos ponernos a diario. Con la práctica iremos estructurando lo producido en torno a cuentos y/o novelas y su calidad mejorará.

Tiempo y palabras

Lo mejor es combinar los dos objetivos. Plantearnos, como dije, escribir cierto número de palabras en determinado tiempo.

Medir tiempo y palabras es una herramienta que nos facilita saber si estamos escribiendo o no. Si nuestro ritmo de trabajo disminuye, quizás se deba a alguna distracción, a un problema con la historia, con la trama. No se trata de ser demasiado rigurosos (aunque alguien según su método lo puede hacer), pero de esta forma sabremos si hay un problema y de ser así seguramente lo encontraremos y resolveremos justamente por la necesidad de escribir, por la disciplina de escritura, pues es ella la que libera (o fuerza) la creatividad (ver también para ser creativos tenemos que limitarnos).

Algunas personas tomarán estas mediciones con más exactitud, otras con menos y otras no las necesitarán. Se trata de una guía, que cada cual sabrá aprovechar de la forma que le convenga. Algunas personas necesitarán de estos métodos y otras no, esto también dependerá de la personalidad de quien escribe. De cualquier manera, es importante encontrar nuestro ritmo de escritura, nuestro método o hábito, para escribir con constancia

[1] He encontrado que la cita se le atribuye a Pablo Picasso, pero no encontré la referencia a la mención original. Si alguien la conoce por favor enviarme en la sección de contacto del blog para colocarla en esta nota a pie. Gracias.

Para ser creativos tenemos que limitarnos

Parece una contradicción, pero para ser creativos tenemos que limitarnos. Aparentemente la creatividad es libertad total y expresión sin límites. Pero no es así.

Límites de espacio

Hace unos años la FIFA decidió que los árbitros penalizaran con tarjeta amarilla a los jugadores que salieran de la cancha a celebrar un gol. Antes de esa norma, la celebración por excelencia consistía en una carrera desaforada del anotador hacia la tribuna mientras saltaba y alzaba los brazos, para luego abrazarse con sus compañeros. Pero después de la nueva norma de la FIFA algo curioso ocurrió. Al no poder salir de la cancha, muchos futbolistas comenzaron a inventar todo tipo de celebraciones: bailes en grupo, coreografías, mímicas, piruetas. Todos las hemos visto en algún partido de fútbol o en el noticiero. Estos jugadores se inclinaron entonces por desfogar la energía contenida durante la tensión del juego mediante su creatividad y no simplemente mediante una carrera desbocada.

La analogía no se aplica exactamente igual, pero se parece a lo que ocurre en la escritura.

Quien no ha escrito o quiere comenzar a escribir puede tener el temor de limitarse a un espacio tan pequeño como una hoja en blanco.

Y, sin embargo, concentrando en la página toda nuestra energía mediante la combinación de letras en palabras y palabras en frases, tenemos la capacidad de crear un sinfín de historias. Limitándonos a un recuadro blanco y a 27 caracteres accedemos a una creatividad infinita.

Valoremos la riqueza a la que accedemos mediante las palabras y que está disponible para cualquier que la busque.

Foto de Viajar24h.com (Flickr)

Límites de tiempo

A muchos nos ha tocado en algún momento escribir algo que no se nos facilitó: un trabajo, un informe o una carta para el colegio, la universidad o la oficina. Y seguramente muchos vimos como pasaba el tiempo sin que lográramos siquiera comenzar a escribir el texto. Y, sin embargo, faltando poco para que se terminara el plazo de entrega, quizás la misma víspera, nos sentábamos a escribir y presionados por la urgencia nos salían cinco, diez o más páginas de un tirón. Lográbamos crear en poco tiempo algo que antes parecía difícil y luego nos sentíamos reconfortados por haber logrado algo así en un tiempo tan corto.

Cuando nos ponemos un propósito, el propósito firme de crear algo con una fecha límite y nos ponemos manos a la obra, nuestra creatividad se ve forzada a funcionar.

¿Pero en los ejemplos anteriores (la universidad, la oficina…) no se trataba acaso de un plazo impuesto por alguien y no de un propósito propio?

Sí, pero en cada caso nosotros decidíamos si cumplíamos el plazo o no a pesar de las sanciones que hubiera (notas, calificaciones, reprimenda del jefe, etc.). En últimas la decisión de actuar venía de nosotros mismos.

Algo similar ocurre con la escritura de ficción que hacemos por placer, exploración o profesión.

Yo había leído alunas cosas sobre escritura pero aún no escribía un cuento. Leí “Zen en el arte de escribir” (Zen in the Art of Writing) de Ray Bradbury y ahí él decía que en un momento de su vida escribía un cuento cada semana. El lunes lo escribía, el martes lo revisaba, el miércoles también y así hasta que el sábado lo enviaba a alguna revista para ofrecerlo en venta. El domingo buscaba ideas. La semana siguiente lo mismo. No se frenaba por falta de ideas, no dudaba por esto o aquello, no comenzaba el cuento y lo dejaba sin terminar. No. Simplemente se sentaba y lo hacía. Escribía un cuento cada semana, no un cuento cada vez que se le ocurriera una buena idea ¿Y por qué cada semana? Porque decidió que así sería. Porque se imponía un límite de tiempo y lo cumplía costara lo que le costara.

Parece poco o mucho dependiendo cómo se mire. Pero cuando uno no ha escrito nada es un gran avance. (Lo mismo aplica para blogs, columnas de prensa, etc.).

¿Qué se necesita entonces? Nada. Solo la firme determinación de hacerlo.

Y no importa qué tan bueno quede el cuento. El siguiente quedará mejor. Lo importante es escribirlo, corregirlo varias veces y listo. Al lograrlo ganaremos confianza para saber que se puede, para escribir otro y otro más.

Mejorar requerirá tiempo, práctica y estudio. Pero primero hay que comenzar. Y ese es un buen comienzo.

¿Qué esperas? Hazlo.

Para comenzar: escribir sin parar

Foto de Javier Volcán (Flickr)

Todos nos hemos enfrentado a la angustia de la página en blanco. Tanto los que escribimos todos los días como los que no.

Se sienta uno frente al computador o frente a la hoja de papel, con ganas de escribir una historia, un cuento, un relato y no se le ocurre nada. Busca aquí y allá en la mente, atrapa una idea pero considera que no es buena, busca por otro lado y no encuentra nada. Le parece a uno que debe ser fácil encontrar algo para escribir pero la página en blanco le grita con su inmaculado color que no lo es tanto.

Me pasó muchas veces antes de lograr que la escritura se me diera más. Me sentaba con la intención de escribir un cuento y poco a poco la angustia me invadía al no encontrar ideas.

Después de trasegar por otros caminos, hace unos años llegué por hábito y por la lectura de textos sobre la escritura (por ejemplo, The Artist’s Way de Julia Cameron o Becoming a Writer de Dorothea Brande)  a la manera para hacer fluir las ideas sobre el papel.

El asunto es sencillo y sirve tanto para quienes quieren escribir como para quienes ya escribimos hace un tiempo y a veces nos topamos de nuevo con el problema de la página en blanco.

¿En qué consiste la receta para lograr que las ideas se proyecten sobre el papel? ¿Cómo se hace para comenzar a escribir? ¿Cómo hacer que la página en blanco deje de estarlo?

No es tan difícil como puede llegar a parecer.

Hay que escribir durante quince minutos al día sin parar y sin pensar en lo que se escribe.

Parece algo muy simple, pero se logra mucho. Es un comienzo, pero un comienzo valioso. Lo más difícil es el primer paso, pero también es el paso más importante. Tanto para escribir un trabajo en la universidad como para escribir un cuento u otra cosa.

Cuando no tenemos el hábito de escribir y queremos escribir algo, estamos llenos de dudas acerca de lo que resultará. “No sé si sea una buena idea, no veo el final, no sé si es una historia interesante, no se me ocurre más que una frase del comienzo, no se me ocurre nada…”, etcétera. Nuestro crítico más feroz, nosotros mismos, no nos deja avanzar pues no pierde oportunidad para señalarnos que lo que escribimos no satisface nuestras propias expectativas.

Pero lo cierto es que a todos se nos ocurren ideas, es cuestión de dejarlas salir.

Más adelante tendremos ocasión de perfeccionar lo que escribimos, de mejorar nuestra narrativa, nuestra capacidad de síntesis, nuestras ideas, pero primero hay que soltar la pluma o, mejor, el teclado.

Por lo tanto, la solución es dejar de pensar, de dudar. Para eso lo que hacemos es escribir sin parar.

¿Por qué quince minutos?

Es un tiempo suficiente para comenzar, para ir tomando el hábito. No es mucho tiempo como para cansarnos de este nuevo ejercicio y no es muy poco.

¿Y sobre qué escribir en esos quince minutos?

Aquí está la parte central del asunto. En esos quince minutos escribiremos sobre cualquier cosa que se nos venga a la mente.

Pero SIN PARAR.

¿Y si no se nos ocurre nada que escribir?

Si no se nos ocurre nada entonces escribimos eso: que no se nos ocurre nada. Y después de eso seguimos escribiendo sobre lo que se nos vaya ocurriendo, porque algo fascinante de la mente humana es que siempre se nos están ocurriendo cosas, por más simples que sean. Pensamos en el clima que hace, en lo que sentimos, en recuerdos, en gente conocida, en fin…

A continuación coloco un ejemplo de cuando comencé a hacer ese ejercicio hace unos años:

Ah, se me olvidaba, al comienzo no se debe parar ni siquiera para corregir errores de ortografía, lo importante es escribir y escribir:

“descansen el n la presencia de lo que dejas ser. Pero que contenido puedeo darle a estos sescirtos, solmanente el contenido del fluir y nada más o qué otras cosas podría hacer, no lo sé , sólo sé por ahora qu es un ehercicio interesnate para realizar , ara desarrollar ciertas habilidades-. Ayer que hic eayer en la mañana me levanté. Escribí las páginas y luego me entré a bañar, me bañé. Salí, me vestí, recogí las cosas, am arreglé, creo que luego me preparé un tinto y luego me puse a hacer la exposición de preseminario, me rindió más que el día anterior. Así que en eso estuve desde más o menos las diez hasta la una y media cuando estuvo el almuerzo listo, y estaba muy concentrado aunque también alcance a sentir algo de estrés. Y así estbaa también cuando salimos después de almuerzo.Había algo de tráfico en la autopista porque un carrotanaque había chocado un carro en el carril central. Era raro ese tipo de tráfico a las 3 de la tarde un sábado, pero el estrellón lo explió todo”

¡Ah tiempos aquellos en los que lo usual era que no hubiera tráfico en Bogotá un sábado a las 3 de la tarde!

No importa el tema de lo que se escriba lo importante es primero soltar las ideas y la imaginación. Conectarnos con la capacidad de nuestra mente de generar ideas constantemente.

Entonces adelante, hagamos el ejercicio. Todos los días, quince minutos, SIN PARAR.