Parece una contradicción, pero para ser creativos tenemos que limitarnos. Aparentemente la creatividad es libertad total y expresión sin límites. Pero no es así.
Límites de espacio
Hace unos años la FIFA decidió que los árbitros penalizaran con tarjeta amarilla a los jugadores que salieran de la cancha a celebrar un gol. Antes de esa norma, la celebración por excelencia consistía en una carrera desaforada del anotador hacia la tribuna mientras saltaba y alzaba los brazos, para luego abrazarse con sus compañeros. Pero después de la nueva norma de la FIFA algo curioso ocurrió. Al no poder salir de la cancha, muchos futbolistas comenzaron a inventar todo tipo de celebraciones: bailes en grupo, coreografías, mímicas, piruetas. Todos las hemos visto en algún partido de fútbol o en el noticiero. Estos jugadores se inclinaron entonces por desfogar la energía contenida durante la tensión del juego mediante su creatividad y no simplemente mediante una carrera desbocada.
La analogía no se aplica exactamente igual, pero se parece a lo que ocurre en la escritura.
Quien no ha escrito o quiere comenzar a escribir puede tener el temor de limitarse a un espacio tan pequeño como una hoja en blanco.
Y, sin embargo, concentrando en la página toda nuestra energía mediante la combinación de letras en palabras y palabras en frases, tenemos la capacidad de crear un sinfín de historias. Limitándonos a un recuadro blanco y a 27 caracteres accedemos a una creatividad infinita.
Valoremos la riqueza a la que accedemos mediante las palabras y que está disponible para cualquier que la busque.
Límites de tiempo
A muchos nos ha tocado en algún momento escribir algo que no se nos facilitó: un trabajo, un informe o una carta para el colegio, la universidad o la oficina. Y seguramente muchos vimos como pasaba el tiempo sin que lográramos siquiera comenzar a escribir el texto. Y, sin embargo, faltando poco para que se terminara el plazo de entrega, quizás la misma víspera, nos sentábamos a escribir y presionados por la urgencia nos salían cinco, diez o más páginas de un tirón. Lográbamos crear en poco tiempo algo que antes parecía difícil y luego nos sentíamos reconfortados por haber logrado algo así en un tiempo tan corto.
Cuando nos ponemos un propósito, el propósito firme de crear algo con una fecha límite y nos ponemos manos a la obra, nuestra creatividad se ve forzada a funcionar.
¿Pero en los ejemplos anteriores (la universidad, la oficina…) no se trataba acaso de un plazo impuesto por alguien y no de un propósito propio?
Sí, pero en cada caso nosotros decidíamos si cumplíamos el plazo o no a pesar de las sanciones que hubiera (notas, calificaciones, reprimenda del jefe, etc.). En últimas la decisión de actuar venía de nosotros mismos.
Algo similar ocurre con la escritura de ficción que hacemos por placer, exploración o profesión.
Yo había leído alunas cosas sobre escritura pero aún no escribía un cuento. Leí “Zen en el arte de escribir” (Zen in the Art of Writing) de Ray Bradbury y ahí él decía que en un momento de su vida escribía un cuento cada semana. El lunes lo escribía, el martes lo revisaba, el miércoles también y así hasta que el sábado lo enviaba a alguna revista para ofrecerlo en venta. El domingo buscaba ideas. La semana siguiente lo mismo. No se frenaba por falta de ideas, no dudaba por esto o aquello, no comenzaba el cuento y lo dejaba sin terminar. No. Simplemente se sentaba y lo hacía. Escribía un cuento cada semana, no un cuento cada vez que se le ocurriera una buena idea ¿Y por qué cada semana? Porque decidió que así sería. Porque se imponía un límite de tiempo y lo cumplía costara lo que le costara.
Parece poco o mucho dependiendo cómo se mire. Pero cuando uno no ha escrito nada es un gran avance. (Lo mismo aplica para blogs, columnas de prensa, etc.).
¿Qué se necesita entonces? Nada. Solo la firme determinación de hacerlo.
Y no importa qué tan bueno quede el cuento. El siguiente quedará mejor. Lo importante es escribirlo, corregirlo varias veces y listo. Al lograrlo ganaremos confianza para saber que se puede, para escribir otro y otro más.
Mejorar requerirá tiempo, práctica y estudio. Pero primero hay que comenzar. Y ese es un buen comienzo.
¿Qué esperas? Hazlo.