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El punto de vista de la narración de un cuento o novela

Foto de Thomas & Dianne Jones (Flickr)

Foto de Thomas & Dianne Jones (Flickr)

El punto de vista del personaje

El propósito de la literatura de entretenimiento es, como su nombre lo dice, entretener al lector, generarle emociones.

Quienes experimentan las emociones en el relato son los personajes. Pero el lector se identifica con ellos para sentir y vivir todo lo que les ocurre.

Por lo tanto, al escribir, entre más acerquemos al lector a la experiencia del personaje, más emociones le proporcionaremos.

Por esta razón, el mejor punto de vista para narrar una historia es el del personaje al que le suceden los acontecimientos principales.

Esto quiere decir que una escena, un cuento o una novela se contará desde la perspectiva de ese personaje, esto es, como si estuviéramos en su cuerpo y en su cabeza. Solamente se relatará lo que ese personaje sabe, percibe, siente, piensa y la forma en que él se ve a sí mismo, a los demás y al mundo. De esta forma el lector se ubicará en su interior y experimentará sus emociones de cerca.

Anteriormente, se utilizaba con frecuencia el punto de vista del narrador omnisciente. Es decir, la historia se contaba como si el narrador supiera todo lo que ocurre en todas partes, en todos los tiempos y en la cabeza de todos los personajes. Veamos un ejemplo de este tipo de narrador para contrastarlo luego con el punto de vista de solo un personaje.

Ejemplo de narrador omnisciente:

Jorge lamentó que la situación llegara a eso, levantó el arma y le apuntó a Zacarías en el pecho.

– No más evasivas –dijo Jorge con firmeza-. ¿Dónde están las joyas?

Zacarías guardó silencio. Conocía el escondite, pero no diría nada. Jorge no se atrevería a dispararle.

Ocultos detrás de una caneca, en el fondo del callejón, dos miembros del clan de atracadores de Los Nachos observaban y escuchaban con atención, a la espera de que Zacarías revelara la información para matarlos a ambos.

En este crudo ejemplo el narrador sabe lo que piensan Jorge y Zacarías. También sabe que hay dos personas más ocultas en el callejón. Como se ve, este narrador sabe todo lo que ocurre.

Si narramos este mismo fragmento únicamente desde el punto de vista de un personaje, primero debemos escoger uno de ellos. Qué personaje escoger dependerá de cada relato. Es muy posible que contemos la historia desde el punto de vista del protagonista.

En este caso, veamos qué pasa con nuestro fragmento al narrarlo desde el punto de vista de Jorge:

Jorge lamentó que la situación llegara a eso, levantó el arma y le apuntó a Zacarías en el pecho.

– No más evasivas –dijo Jorge con firmeza-. ¿Dónde están las joyas?

Zacarías guardó silencio.

Jorge escrutó el rostro de Zacarías en busca de alguna señal que le revelara si sabía algo. Pero su expresión no se alteró.

Un ruido metálico salió del fondo del callejón. El pecho de Jorge se contrajo. Giró la cabeza en esa dirección. Solo vio canecas apiladas en desorden. Seguramente una rata corría entre la basura.

Como se aprecia, en este caso el narrador sabe únicamente lo que Jorge percibe, siente y piensa. No sabe lo que piensa Zacarías ni lo que hay en el fondo del callejón. Esto nos acerca más a la experiencia personal de Jorge, a sus emociones y su incertidumbre.

Ahora, bien en las novelas o en los cuentos no tan cortos por lo general hay una gran cantidad de escenas cuyo protagonista no es el mismo de la novela, sino el personaje más importante para ese segmento de la historia, que puede ser incluso el antagonista (“el malo”) o algún personaje secundario. En esas historias cada escena se narrará desde el punto de vista del personaje más importante o del que se quiera escoger para dar una impresión particular.

Entonces, si al escribir nuestro relato queremos cambiar de punto vista, lo mejor es cambiar de escena o capítulo para no confundir al lector. El cambio de escena se puede señalar incluso con un espacio o con un símbolo para mayor claridad (por ejemplo: ***).

En nuestro ejemplo, supongamos que la escena termina y Jorge no le dispara a Zacarías. Ahora queremos saber qué pasa con este último personaje. Dejamos un espacio y comenzamos la siguiente sección.

Zacarías respiró aliviado. A pesar de que intuía que Jorge no le dispararía, nunca se sabía hasta dónde lo llevaría la ambición. Caminó hacia la salida del callejón, alerta a cualquier movimiento extraño y a que Jorge no lo siguiera. Entre más rápido se deshiciera de las joyas mucho mejor.

Veamos otro ejemplo en el que se corrige una frase para que quede contada desde la perspectiva del personaje.

Andrés leía en su sillón. Alguien lanzó un piano a la calle y el impacto causó un estruendo.

Si narramos desde el punto de vista de Andrés, que está concentrado en su lectura, él no tiene cómo saber que alguien lanzó un objeto, ni que ese objeto fue un piano. Esta frase tendría que convertirse en algo así:

Andrés leía en su sillón. Un estruendo sacudió el edificio y estremeció sus tímpanos. Su corazón se paralizó. ¿Qué había pasado? Se levantó alarmado, dio un paso tembloroso y se acercó a la ventana. Un piano destrozado ocupaba toda la acera y algunos pedazos invadían la calle.

Andrés primero escucha el impacto y luego averigua qué fue lo que sonó. Al final de la frase Andrés todavía no sabe cómo cayó el piano: si alguien lo lanzó, si se le cayó a personas que lo subían a un edificio o cualquier otra posibilidad.

Para apreciar mejor esta técnica conviene fijarnos en cómo la utilizan los autores de la literatura de entretenimiento. La mayoría sigue las convenciones anteriores. Si se quiere hacer algo diferente, como cambiar varias veces de punto de vista durante una escena, conviene cerciorarse de que no se confundirá al lector.

blog 12 Steve Jurvetson Flickr

Foto de Steve Jurvetson (Flickr)

La presentación del punto de vista

Una cosa es el punto de vista de la narración y otra el pronombre que se utiliza para presentarlo.

En el caso del narrador omnisciente se usa la tercera persona, como se mostró en el primer ejemplo de esta entrada del blog. No es posible emplear la primera persona, porque el narrador omnisciente no se sitúa por definición desde la perspectiva de un solo personaje.

Por el contrario, si narramos la historia desde el punto de vista de uno de los personajes, es posible escoger entre la primera, la segunda o la tercera persona, aunque la segunda persona prácticamente no se utiliza.

Veamos qué ocurre con nuestro ejemplo al narrarlo desde la perspectiva de Jorge, pero en primera persona (antes estaba narrado en tercera persona).

Lamenté que la situación llegara a eso, levanté el arma y le apunté a Zacarías en el pecho.

– No más evasivas –dije con firmeza-. ¿Dónde están las joyas?

Zacarías guardó silencio.

Escruté su rostro en busca de alguna señal que me revelara si sabía algo. Pero su expresión no se alteró en lo más mínimo.

Un ruido metálico salió del fondo del callejón. Mi pecho se contrajo. Giré la cabeza en esa dirección. Solo vi canecas apiladas en desorden. Seguramente una rata corría entre la basura.

Es posible narrar toda una novela desde la perspectiva de un solo personaje en primera persona. Lo hacen varios autores, por ejemplo Raymond Chandler en El sueño eterno (The Big Sleep) y otras novelas.

Por otra parte, es claro que resultaría confuso escribir dentro de un mismo relato el punto de vista de dos personajes diferentes en primera persona. No sabríamos a quien se refiere el narrador en cada momento o sería mucho más difícil aclararlo.

Pero sí es posible escribir la perspectiva de un personaje, el protagonista, en primera persona y la de los demás en tercera persona, alternando las escenas (Esto lo hace James Patterson, entre otros).

Algunos escritores consideran que la narración que utiliza la primera persona es más íntima, acerca más al lector al personaje. Otros dicen que en realidad no hay mayor diferencia. En cualquier caso, ambas modalidades tienen su atractivo y vale la pena probarlas o simplemente dejar que surja cualquiera de ellas al momento de escribir.

Independientemente del criterio que se escoja, lo importante es mantener la claridad y diferenciar bien los puntos de vista para que el lector acceda sin dificultades a la experiencia de los personajes.

Cómo manejar el suspenso

¿Cuál es la relación de este tema con el suspenso?

El punto de vista del narrador omnisciente tiene una ventaja y una desventaja en cuanto a la creación de suspenso.

Por una parte, tiene la ventaja de que nos puede anunciar un peligro que el personaje no conoce generando así suspenso.

Por otra parte, tiene la desventaja de que no experimentamos tanto ese estado mental porque no lo vivimos del todo desde “la piel” del personaje.

Al narrar desde la perspectiva del personaje es posible que este no sepa que se acerca un peligro (en nuestro ejemplo los tipos al fondo del callejón). Entonces, lo que habría que hacer para crear suspenso es, por ejemplo, narrar una escena anterior desde el punto de vista de los “maleantes” donde se les muestre planeando lo que van a hacer.

Además, así se crea así una dinámica de alternancia de puntos de vista que la da velocidad y variedad a la narración. Pero esto ya es tema para otra entrada del blog.

Dos saltos de fe: encontrar ideas y desarrollarlas

Foto de Scott Robinson (Flickr)

Foto de Scott Robinson (Flickr)

Encontrar ideas para cuentos y novelas

Encontrar ideas para cuentos y novelas es un “salto de fe”, porque es un acto creativo en el que donde antes no existía nada generamos una idea, una semilla para lo que será toda una historia, un universo.

Quienes hemos buscado ideas para cuentos o novelas, las hayamos encontrado o no, sabemos que no es algo evidente y que al comienzo puede ser muy difícil. Pero no debería serlo. Al fin y al cabo, una idea para una historia no es más que un conjunto de ideas más simples asociadas de forma novedosa y todos tenemos un gran número de ideas y pensamientos a lo largo del día.

¿Entonces por qué la dificultad?

Porque por lo general las ideas y pensamientos que discurren por nuestra mente se relacionan con asuntos de la vida práctica, del trabajo, del estudio, de nuestras relaciones, pero no con ideas nuevas para historias. No son ideas creativas, sino ideas funcionales: tengo que hacer esto, me acordé de aquello, qué será la vida de Zutano, etc.

¿Y de dónde salen las ideas creativas? De la parte de nuestra mente que relaciona las ideas entre sí de forma más espontánea, diferente, rara, creativa, en una palabra, del inconsciente, de la parte más profunda de la mente, la que menos se restringe por la racionalidad, la mente que sueña e imagina.

En una entrada anterior del blog ya me había referido en parte a este tema: “¿de dónde viene la inspiración para combinar las ideas de una forma diferente? Algunos diríamos que viene de un ámbito espiritual y/o en todo caso de lo más profundo de la mente, del inconsciente, pues allí es donde están los deseos, los miedos, las inquietudes, el pasado, tanto de cada persona, como de la sociedad y en general de nuestra condición humana.”

¿Qué quiere decir esto con más detalle?

En la literatura de entretenimiento, una idea básica para una historia es colocar a un personaje ante obstáculos o problemas que debe enfrentar para conseguir lo que quiere. Todos en cierta forma tenemos deseos similares por el hecho de ser humanos. Queremos cosas, salud, seguridad, pareja, familia, bienestar propio, de la comunidad, del país, del mundo, creencias seguras, etcétera. En nuestro inconsciente están esos deseos así como los miedos y posibles obstáculos que los amenazan. Y también están los deseos y miedos particulares a cada  sociedad. Por ejemplo, en el caso de Colombia, el deseo de lograr la paz o de evitar problemas relacionados con los grupos armados ilegales (aunque los deseos y miedos particulares a cada individuo o sociedad son una expresión de los mismos deseos o miedos más profundos comunes a todos, que en otras sociedades se manifiestan de otro modo). Entonces, al entrar en contacto con esos deseos y miedos del ser humano y las sociedades humanas en general, encontramos muchas situaciones conflictivas que sirven para contar historias, muchos deseos de personajes y obstáculos que se los dificultan.

¿Cómo nos conectamos más con ese inconsciente, con esa parte creativa?

Hay varias formas de acercarnos a ese inconsciente para encontrar ideas. Como decía en la entrada de blog citada, una forma de encontrar ideas es “simplemente proponiéndonoslo, pensando en eso”, diciéndole a nuestra mente inconsciente que necesitamos ideas para historias. Por su naturaleza, nuestra mente genera y asocia ideas para facilitar nuestros objetivos y de esta forma “generará ideas que aparecerán en algún momento del día, quizás en un momento impensado o de relajación”. Por esta razón encontrar ideas también es un “salto de fe”, porque muchas veces basta con quererlo para que ocurra. No sabemos exactamente el detalle de cómo o por qué sucede, pero sí que sucede si lo queremos.

Otra forma de conectarnos más con nuestra mente inconsciente consiste en meditar un par de veces al día durante determinado tiempo. De este modo estaremos menos ansiosos y los pensamientos urgentes, de afán, funcionales, se calmarán para dejarle espacio a los pensamientos creativos.

Otra manera consiste, como dije en la primera entrada de este blog, en “escribir sin parar” todos los días. Cuando escribimos sin parar, sobre cualquier cosa, lo primero que se nos ocurra, nos conectamos forzosamente con la parte de nuestra mente que genera ideas sin cesar.

Finalmente, cuando nos conectemos con mayor facilidad con nuestro inconsciente, cualquier cosa nos servirá para generar asociaciones de ideas para historias. Por ejemplo, al entrar en contacto (leer, ver,…) con noticias, lecturas, personas en la calle, recuerdos, otras ideas, etcétera, buscaremos ideas relacionadas para una historia y nos fluirán con mayor facilidad, dado que ya estamos más conectados con nuestra capacidad creativa. Entonces, asociaremos una frase llamativa de un texto con una situación que pueda ocurrir en un relato, relacionaremos una persona curiosa que veamos en la calle con un personaje y una situación para una historia.

¿Cómo sabremos que hemos encontrado una idea para una narración? Será una idea que nos parezca llamativa, que por las lecturas que hayamos hecho en el género que nos interesa escribir pensemos o sintamos que sirven para una historia. Pero, ojo, una idea de estas no será necesariamente un destello enceguecedor. Será simplemente una idea sobre una situación curiosa o llamativa cuya historia amerita contarse. Tampoco será una idea sobre todo el cuento o novela, sino una idea sobre una situación básica que luego habrá que desarrollar con más ideas sobre el resto del relato.

Vale le pena decir que conviene anotar las ideas que se nos vayan ocurriendo, de lo contrario existe el riesgo de olvidarlas. Además, al anotar las ideas despejamos nuestra mente para que se nos ocurran más ideas.

En conclusión, las ideas están ahí, al alcance de quien las quiera encontrar. Quien las busque las encontrará.

Foto de Paul Bica (Flickr)

Foto de Paul Bica (Flickr)

De cualquier idea saldrá una buena historia

Seguramente todos hemos tenido en algún momento ideas para cuentos o novelas. A lo mejor incluso las hemos anotado y están por ahí, en algún lugar, pero no las hemos desarrollado. O a lo mejor se nos ocurrieron, no las utilizamos y luego se nos olvidaron.

¿Y por qué no las hemos desarrollado? Por una parte, puede ser que no tengamos los conocimientos prácticos para hacerlo, conocimientos que se tratan de ofrecer en este blog y en textos o cursos de su misma índole. Pero también es posible que no las hayamos desarrollado porque no hayamos creído que de esas ideas pudiera salir toda una historia. Quizás creímos que no eran ideas muy buenas, que en realidad no servían para una historia, que de ellas no alcanzaba a salir todo un relato. O de pronto al desarrollarlas se nos trancaron en algún punto y pensamos que no había solución.

Pero, y este es el segundo “salto de fe”, resulta que de cualquier idea puede salir una buena historia. Sí, suena extraño, pero así es: de cualquier idea puede salir una buena historia, sea cuento, sea novela.

Es más fácil darse cuenta de esto cuando uno ha escrito varias historias, claro. Pero si aún no las hemos escrito, que esta afirmación sirva para llevarnos a persistir en esas ideas que tenemos, porque es posible desarrollarlas, así a primera vista nos parezcan insuficientes o no tan buenas.

¿Por qué de cualquier idea puede salir una historia? Porque una vez tenemos la idea de una situación inicial, se trata básicamente de añadirle complicaciones. Y complicar algo mediante dificultades imaginarias no es difícil. Se trata de ponerle obstáculos al personaje o personajes. Y al añadir complicaciones por definición la narración se vuelve más interesante.

Ahora bien, si llegamos a un punto de la historia en el que nos trabamos, porque no podemos solucionar los problemas que hemos creado para los personajes o porque hemos creado situaciones que no encajan entre sí, no debemos desanimarnos. Desarrollar una novela, un cuento, puede presentar obstáculos. Pero si para la vida es cierto, como se dice, que “todos los problemas tienen solución” o que “todo en la vida tiene solución”, entonces está claro que esto es aún más cierto en el mundo de la escritura de ficción, donde las posibilidades de cambiar el curso de las acciones de los personajes son ilimitadas. Esta es otra razón por la que desarrollar una trama, una historia, a partir de una idea es un “salto de fe”: hay que confiar en que resolveremos los problemas que  la historia nos presente.

Una forma de superar esos problemas o de generar ideas para destrabar una historia es la técnica basada en la meditación que se describió en una entrada anterior. Y otra es ponerse un límite de tiempo (unos días o una o dos semanas para un cuento, según la disponibilidad) para escribir un primer borrador, pase lo que pase.

Finalmente, aunque de toda idea puede salir una buena historia, hay ideas mejores que otras. ¿Cuáles son las mejores? Las ideas de situaciones poco comunes y conflictivas, pero posibles. Como se dice, hay historia donde hay conflicto. Un personaje que enfrenta muchos problemas es más interesante que uno que no los tiene. Si no pasa nada es más difícil desarrollar una historia, aunque es posible, como dijimos arriba.

Un logro facilita los demás

Para encontrar ideas hay que buscarlas, hay que creer que es posible encontrarlas. Y después hay que creer que es posible desarrollarlas hasta que se conviertan en historias. Creer que algo es posible nos impulsa a trabajar en ello y a solucionar los problemas particulares que se nos presentan.

Cada vez que encontremos una idea ganaremos confianza para hallar otras ideas que desarrollen esa historia o nuevas ideas para otros relatos.

Y cada vez que escribamos un cuento con una de esas ideas sabremos que las ideas que encontramos son útiles y por lo tanto nos animaremos a buscar más y a desarrollar otras.

Lo que antes parecía difícil ya no lo será tanto.