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Escribir a diario

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Foto de Omkar A.V (Photoxpress.com)

Para seguir con las citas populares, mencionemos en esta ocasión una sobre la creatividad y la inspiración: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.[1]

Quizás algunos escritores compongan sus textos en un rapto de inspiración: se les “aparece la musa” y transcriben con rapidez lo que les sopla al oído. Sin embargo, es probable que esta imagen romántica se corresponda más con la creación de escritos cortos que reflejan emociones fuertes capturadas al paso o con destellos que dan inicio a un proceso creativo más prolongado. Esta idea de la creación es atractiva y le da a la profesión de escritor y, en general, a la de las artes, un aura de misterio y romanticismo. Pero con ella no contribuimos a dar herramientas para desarrollar el hábito de trabajo que facilita que “la musa” se aparezca, que entremos en esa zona creativa donde las palabras e ideas fluyen con más facilidad. Porque a lo que apunta la cita de Picasso y la experiencia de la gran mayoría de escritores, es a que la creación se produce dentro de una disciplina o hábito diario de trabajo.

Una de las “dificultades” de escribir consiste en que nadie nos da un plazo ni nos obliga a escribir. No tenemos un jefe que nos diga que tal cuento, artículo, entrada de blog, novela, libro de cualquier tema, etc., debe estar listo en tantos días, semanas o meses. Nosotros mismos debemos adquirir la disciplina y el hábito para escribir y producir lo que queremos.

Entonces, ¿cómo embarcarnos en una rutina de escritura o creación constante?

En una entrada anterior del blog, vimos que ponernos límites de tiempo para terminar una obra puede ser muy útil para impulsar la creatividad (lo ha experimentado quien se enfrenta a un plazo en la universidad, un periódico, el colegio o el trabajo para entregar un texto). Algunos escritores que trabajan con editoriales, también funcionan mediante plazos, con contratos de un libro al año, por ejemplo. Las fechas límites de entrega en los concursos literarios también pueden cumplir el mismo propósito, al igual que programas como el “Mes nacional de escritura de novela” (Nanowrimo, por sus siglas en inglés), cuyos participantes se comprometen a terminar el borrador de una novela de mínimo 50.000 palabras en un mes.

Aparte de estos plazos, también hay otra forma de fomentar la creatividad, que vimos parcialmente en otra entrada y que puede ayudarnos a ser más productivos.

Antes de continuar, cabe mencionar que no por escribir más palabras su calidad será mayor. Por eso, hablar de productividad en escritura es un tema sensible. Algunos escritores resienten el tema y tratan con desdén cualquier mención al respecto. Sin embargo, muchas veces no escribimos no porque no se nos ocurran frases geniales, sino porque hacemos a un lado la disciplina de escribir. Es decir, debemos aclarar si no estamos escribiendo mucho porque ese es realmente el ritmo y calidad con los que nos sentimos cómodos o porque no estamos realmente enfocados en hacerlo. Si hay problemas de creatividad, “bloqueos” u otros, la disciplina o el hábito por lo general se imponen para resolverlos, justamente por la necesidad que crean de escribir, de cumplir unos objetivos.

Flickr GollyGforce

Foto de GollyGForce (Flickr.com)

 Objetivos o metas diarias de tiempo

Otra forma de utilizar una meta de tiempo para escribir consiste no en plantearnos un plazo para un escrito, sino en ponernos una meta de tiempo diario de escritura. En la primera entrada del blog vimos que para comenzar a escribir, un buen ejercicio es hacerlo durante media sin parar, todos los días, para así liberar la creatividad.

Si disponemos de más tiempo que media hora y queremos pasar de liberar la creatividad a escribir cuentos, blogs, artículos, libros de divulgación, novelas, etc., es útil que nos propongamos dedicarle determinado tiempo al día a esta labor, justamente para crear un hábito o disciplina de trabajo. De lo contrario, es posible que digamos: “ya escribí un poco hoy, mañana sigo”, “ya empecé, la otra semana continuo”, o que nos dejemos llevar por cualquier excusa que postergue el sentarnos frente al teclado a escribir o planear un texto y nos dediquemos a otras cosas. Por esto también es importante anotar el tiempo que efectivamente hemos dedicado a escribir, no el tiempo que estamos frente al computador.

Esta idea básica tiene variantes, como dedicar cierto tiempo a escribir, otro tiempo a corregir, otro tiempo a planear (si para escribir hacemos un plan antes), a leer teoría, etcétera. Pero al menos debemos comenzar por asignarle cierto tiempo a la escritura.

Una opción es comenzar con poco tiempo y aumentar a medida que dispongamos de más, que se nos facilite escribir, que entremos en ritmo, etcétera. Quien corre una maratón no comienza con 42 kilómetros, sino que se pone en forma progresivamente. En la primera entrada del blog propuse media hora para quien empieza y quiere mejorar la creatividad, pero cada cual gradúa su primer paso y su progreso según su disponibilidad y objetivos (liberar la creatividad; escribir una tesis, un cuento, un blog; escribir de forma aficionada, profesional; etc.).

Danjaeger

Foto de Dan Jaeger (Freeimages.com)

 
Objetivos o metas diarias de número de palabras

El problema con ponernos un objetivo de tiempo para dedicárselo a escribir, es que puede que nos pasemos ese tiempo sentados frente al computador, pero sin escribir nada, quizás entretenidos en pensamientos, quizás haciendo otras cosas. También es posible que escribamos unas pocas frases y nos demos por satisfechos porque cumplimos con el objetivo de tiempo dedicado a la escritura.

La solución a este problema consiste en ponernos un objetivo de número de palabras o páginas a escribir durante cierto tiempo determinado (durante todo el día o por horas, por ejemplo). Al proponernos este objetivo, pondremos a trabajar a nuestra imaginación para lograrlo.

Por supuesto, la cantidad de palabras dependerá del tiempo que tengamos disponible y de nuestro método de trabajo. Si somos de los que no pasan una página hasta que todas las frases estén perfectas, serán menos palabras, y si somos de los que preferimos dejar fluir la escritura en un borrador para luego corregirlo varias veces, entonces serán más palabras, y así según cada método. A medida que escribamos y conozcamos nuestro estilo, reajustaremos nuestras metas y objetivos para escribir las cantidades que queramos, según nuestro propósito.

Si te dijera ya mismo: “tienes 2 horas (o cierto tiempo fijo) contadas a partir de este momento para escribir un borrador de una historia de 800 palabras, no importa si está completa, si es buena o no, si tiene final, solamente una narración de lo que ocurre a alguien”, ¿crees que podrías hacerlo? Seguramente sí. Quizás no sea una gran historia, pero habrás ejercitado tu creatividad y a lo mejor puedas corregir ese escrito más adelante o sacar ideas de ahí para otro texto.

Ese el reto que podemos ponernos a diario. Con la práctica iremos estructurando lo producido en torno a cuentos y/o novelas y su calidad mejorará.

Tiempo y palabras

Lo mejor es combinar los dos objetivos. Plantearnos, como dije, escribir cierto número de palabras en determinado tiempo.

Medir tiempo y palabras es una herramienta que nos facilita saber si estamos escribiendo o no. Si nuestro ritmo de trabajo disminuye, quizás se deba a alguna distracción, a un problema con la historia, con la trama. No se trata de ser demasiado rigurosos (aunque alguien según su método lo puede hacer), pero de esta forma sabremos si hay un problema y de ser así seguramente lo encontraremos y resolveremos justamente por la necesidad de escribir, por la disciplina de escritura, pues es ella la que libera (o fuerza) la creatividad (ver también para ser creativos tenemos que limitarnos).

Algunas personas tomarán estas mediciones con más exactitud, otras con menos y otras no las necesitarán. Se trata de una guía, que cada cual sabrá aprovechar de la forma que le convenga. Algunas personas necesitarán de estos métodos y otras no, esto también dependerá de la personalidad de quien escribe. De cualquier manera, es importante encontrar nuestro ritmo de escritura, nuestro método o hábito, para escribir con constancia

[1] He encontrado que la cita se le atribuye a Pablo Picasso, pero no encontré la referencia a la mención original. Si alguien la conoce por favor enviarme en la sección de contacto del blog para colocarla en esta nota a pie. Gracias.

Paso a paso: escribir todos los días y escribir una obra

Foto de Xerones en Flickr.com

Foto de Xerones en Flickr.com

Escribir todos los días

Muchos escritores destacan la importancia de escribir todos los días. Veamos lo que dice Walter Mosley en un libro que se titula Este año escribes tu novela[1], pero que cada cual podría leer como Este años escribes tus cuentos, tus ensayos, tu libro de poesía, etcétera.

“Para ser un escritor debes implementar una rutina diaria. Separa determinada cantidad de tiempo (no inferior a una hora y media) para sentarte con tu computador o cuaderno. Sé que esto puede ser difícil.”

La escritura diaria crea o fortalece el hábito de algo a lo que finalmente nadie nos obliga y nos acostumbra a mantener un contacto permanente con nuestra capacidad creativa.

Pero, como sabe cualquier que lo haya hecho o querido, esto no es fácil. Obligaciones diferentes a escribir ficción nos acechan, consumiendo tiempo y energía. Pero si queremos escribir, se trata justamente de que la escritura se abra un espacio en nuestra cotidianidad.

Una de las dificultades para lograrlo consiste en que a lo mejor nos abrumamos con la sola idea de sacar todo ese tiempo para escribir.

Antes de ver cómo hacer manejable esta idea, veamos un problema relacionado.

Escribir una obra: cuento(s), novela corta, novela

El solo hecho de pensar en escribir un cuento, una novela corta o una novela puede parecer abrumador. Es posible que la enorme cantidad de palabras o páginas que tiene una obra de ficción nos intimide. Nos pasaría lo que le ocurre a alguien que contempla una montaña antes de escalarla, ve la cima como algo muy remoto y lejano y se queda pensando en eso. Esta persona dudaría de su propósito al punto incluso de paralizar o posponer su escalada.

Foto de ardelfin en morguefile.com

Foto de ardelfin en morguefile.com

El primer paso y el siguiente paso

¿Cómo hacer para que no nos resulte abrumador pensar en escribir todos los días o en escribir una determinada obra?

Concentrándonos en el siguiente paso.

La siguiente media hora

La recompensa de escribir durante determinado tiempo no está solamente en lo que se produce durante esos quince, sesenta, noventa o más minutos. Está, sobre todo, en el flujo creativo que se experimenta mientras se escribe (para liberar dicho flujo creativo ver la primera entrada del blog).

Por lo tanto, en este caso, lo más complicado es decidirse a sentarse ante el cuaderno o computador durante determinado tiempo. Si apenas estamos comenzando a escribir, a ejercitar la pluma, bastará con quince minutos o media hora. Pero si ya hemos avanzado un poco y queremos seguir el consejo de Mosley, entonces debemos encontrar el momento del día en que dispongamos de al menos una hora y media o dividir ese período de tiempo en varios segmentos. No es imposible encontrar media hora libre en diferentes momentos del día. Cuando abrimos ese espacio y lo utilizamos productivamente nos damos cuenta de que media hora más en otro momento del día no nos representará una carga excesiva.

Cuando dispongamos de más tiempo y experiencia escribiremos durante más de una hora y media.

En todo caso, el primer paso y el siguiente siempre consistirán en escribir durante un determinado lapso de tiempo, tan corto como para encontrarle un espacio y tan largo como nos sea posible dado nuestro desarrollo como escritores.

La siguiente página y la siguiente tarea específica

Cuando uno ya identificó una obra que quiere escribir, no debe pensar siempre en la totalidad del proyecto, sino en cada uno de los pasos que debe dar para completarlo y, en particular, en el siguiente paso.

Para escribir un cuento, una novela corta o una novela, no debemos pensar demasiado en las 10 o 100 o 400 páginas a escribir. Es mejor considerar la obra como la suma de muchas frases o páginas que escribiremos una a una (no hay otro modo). Si cada día escribimos una, dos, tres o más páginas, en poco tiempo tendremos una primera versión de un cuento y en unos meses de una novela, algo que parecería imposible de otro modo.

De hecho, esto lo hemos experimentado como lectores, pues cuando vamos a leer un libro no nos quedamos pensando en su elevado número de páginas, sino que nos sumergimos en la lectura, de página en página, y casi sin darnos cuenta avanzamos hasta terminarlo.

Por otra parte, también es conveniente determinar con claridad cuál es el siguiente paso, la siguiente pequeña tarea que debemos abordar para escribir nuestro relato u obra. Para dar el siguiente paso hay que tener claro cuál es: buscar una idea, solucionar un problema de la trama, identificar qué problema no nos deja avanzar o simplemente seguir escribiendo o corrigiendo en el punto en que vamos. Así concentraremos nuestra energía creativa en algo concreto y no en pensar en lo inabarcable y grande de nuestra labor.

Por ejemplo, si estamos buscando una idea, enfocaremos nuestra mente en estar alertas para cuando aparezca, escribir una lluvia de ideas, leer textos que nos sugieran algo, meditar, en fin, cualquier método para buscar ideas, pero enfocados en ese propósito.

¡Adelante!

El primer paso siempre es el más difícil. Por eso conviene comenzar con un paso pequeño e ir ganando confianza a medida que se den más.

Si se trata de tiempo y queremos comenzar a escribir, entonces quince minutos o media hora al día nos permitirán ir adquiriendo el hábito para luego escribir más.

Si se trata de una obra, entonces es mejor comenzar escribiendo cuentos breves, cuentos, novelas cortas y después sí novelas.

Por otra parte, ambos propósitos, el de escribir todos los días y el de escribir un texto, se refuerzan mutuamente. La escritura diaria nos servirá para progresar en una obra y avanzar en el texto nos hará querer seguir escribiendo todos los días.

Así pues, invito a los que quieran escribir  a hacerlo absolutamente todos los días (me incluyo en este propósito) y a compartir su experiencia en esta o en otra entrada del blog que volverá a tratar este tema más adelante.


[1] Walter Mosley, 2007. This year You Write Your Novel. Nueva York, Hachette.

Para ser creativos tenemos que limitarnos

Parece una contradicción, pero para ser creativos tenemos que limitarnos. Aparentemente la creatividad es libertad total y expresión sin límites. Pero no es así.

Límites de espacio

Hace unos años la FIFA decidió que los árbitros penalizaran con tarjeta amarilla a los jugadores que salieran de la cancha a celebrar un gol. Antes de esa norma, la celebración por excelencia consistía en una carrera desaforada del anotador hacia la tribuna mientras saltaba y alzaba los brazos, para luego abrazarse con sus compañeros. Pero después de la nueva norma de la FIFA algo curioso ocurrió. Al no poder salir de la cancha, muchos futbolistas comenzaron a inventar todo tipo de celebraciones: bailes en grupo, coreografías, mímicas, piruetas. Todos las hemos visto en algún partido de fútbol o en el noticiero. Estos jugadores se inclinaron entonces por desfogar la energía contenida durante la tensión del juego mediante su creatividad y no simplemente mediante una carrera desbocada.

La analogía no se aplica exactamente igual, pero se parece a lo que ocurre en la escritura.

Quien no ha escrito o quiere comenzar a escribir puede tener el temor de limitarse a un espacio tan pequeño como una hoja en blanco.

Y, sin embargo, concentrando en la página toda nuestra energía mediante la combinación de letras en palabras y palabras en frases, tenemos la capacidad de crear un sinfín de historias. Limitándonos a un recuadro blanco y a 27 caracteres accedemos a una creatividad infinita.

Valoremos la riqueza a la que accedemos mediante las palabras y que está disponible para cualquier que la busque.

Foto de Viajar24h.com (Flickr)

Límites de tiempo

A muchos nos ha tocado en algún momento escribir algo que no se nos facilitó: un trabajo, un informe o una carta para el colegio, la universidad o la oficina. Y seguramente muchos vimos como pasaba el tiempo sin que lográramos siquiera comenzar a escribir el texto. Y, sin embargo, faltando poco para que se terminara el plazo de entrega, quizás la misma víspera, nos sentábamos a escribir y presionados por la urgencia nos salían cinco, diez o más páginas de un tirón. Lográbamos crear en poco tiempo algo que antes parecía difícil y luego nos sentíamos reconfortados por haber logrado algo así en un tiempo tan corto.

Cuando nos ponemos un propósito, el propósito firme de crear algo con una fecha límite y nos ponemos manos a la obra, nuestra creatividad se ve forzada a funcionar.

¿Pero en los ejemplos anteriores (la universidad, la oficina…) no se trataba acaso de un plazo impuesto por alguien y no de un propósito propio?

Sí, pero en cada caso nosotros decidíamos si cumplíamos el plazo o no a pesar de las sanciones que hubiera (notas, calificaciones, reprimenda del jefe, etc.). En últimas la decisión de actuar venía de nosotros mismos.

Algo similar ocurre con la escritura de ficción que hacemos por placer, exploración o profesión.

Yo había leído alunas cosas sobre escritura pero aún no escribía un cuento. Leí “Zen en el arte de escribir” (Zen in the Art of Writing) de Ray Bradbury y ahí él decía que en un momento de su vida escribía un cuento cada semana. El lunes lo escribía, el martes lo revisaba, el miércoles también y así hasta que el sábado lo enviaba a alguna revista para ofrecerlo en venta. El domingo buscaba ideas. La semana siguiente lo mismo. No se frenaba por falta de ideas, no dudaba por esto o aquello, no comenzaba el cuento y lo dejaba sin terminar. No. Simplemente se sentaba y lo hacía. Escribía un cuento cada semana, no un cuento cada vez que se le ocurriera una buena idea ¿Y por qué cada semana? Porque decidió que así sería. Porque se imponía un límite de tiempo y lo cumplía costara lo que le costara.

Parece poco o mucho dependiendo cómo se mire. Pero cuando uno no ha escrito nada es un gran avance. (Lo mismo aplica para blogs, columnas de prensa, etc.).

¿Qué se necesita entonces? Nada. Solo la firme determinación de hacerlo.

Y no importa qué tan bueno quede el cuento. El siguiente quedará mejor. Lo importante es escribirlo, corregirlo varias veces y listo. Al lograrlo ganaremos confianza para saber que se puede, para escribir otro y otro más.

Mejorar requerirá tiempo, práctica y estudio. Pero primero hay que comenzar. Y ese es un buen comienzo.

¿Qué esperas? Hazlo.

Para comenzar: escribir sin parar

Foto de Javier Volcán (Flickr)

Todos nos hemos enfrentado a la angustia de la página en blanco. Tanto los que escribimos todos los días como los que no.

Se sienta uno frente al computador o frente a la hoja de papel, con ganas de escribir una historia, un cuento, un relato y no se le ocurre nada. Busca aquí y allá en la mente, atrapa una idea pero considera que no es buena, busca por otro lado y no encuentra nada. Le parece a uno que debe ser fácil encontrar algo para escribir pero la página en blanco le grita con su inmaculado color que no lo es tanto.

Me pasó muchas veces antes de lograr que la escritura se me diera más. Me sentaba con la intención de escribir un cuento y poco a poco la angustia me invadía al no encontrar ideas.

Después de trasegar por otros caminos, hace unos años llegué por hábito y por la lectura de textos sobre la escritura (por ejemplo, The Artist’s Way de Julia Cameron o Becoming a Writer de Dorothea Brande)  a la manera para hacer fluir las ideas sobre el papel.

El asunto es sencillo y sirve tanto para quienes quieren escribir como para quienes ya escribimos hace un tiempo y a veces nos topamos de nuevo con el problema de la página en blanco.

¿En qué consiste la receta para lograr que las ideas se proyecten sobre el papel? ¿Cómo se hace para comenzar a escribir? ¿Cómo hacer que la página en blanco deje de estarlo?

No es tan difícil como puede llegar a parecer.

Hay que escribir durante quince minutos al día sin parar y sin pensar en lo que se escribe.

Parece algo muy simple, pero se logra mucho. Es un comienzo, pero un comienzo valioso. Lo más difícil es el primer paso, pero también es el paso más importante. Tanto para escribir un trabajo en la universidad como para escribir un cuento u otra cosa.

Cuando no tenemos el hábito de escribir y queremos escribir algo, estamos llenos de dudas acerca de lo que resultará. “No sé si sea una buena idea, no veo el final, no sé si es una historia interesante, no se me ocurre más que una frase del comienzo, no se me ocurre nada…”, etcétera. Nuestro crítico más feroz, nosotros mismos, no nos deja avanzar pues no pierde oportunidad para señalarnos que lo que escribimos no satisface nuestras propias expectativas.

Pero lo cierto es que a todos se nos ocurren ideas, es cuestión de dejarlas salir.

Más adelante tendremos ocasión de perfeccionar lo que escribimos, de mejorar nuestra narrativa, nuestra capacidad de síntesis, nuestras ideas, pero primero hay que soltar la pluma o, mejor, el teclado.

Por lo tanto, la solución es dejar de pensar, de dudar. Para eso lo que hacemos es escribir sin parar.

¿Por qué quince minutos?

Es un tiempo suficiente para comenzar, para ir tomando el hábito. No es mucho tiempo como para cansarnos de este nuevo ejercicio y no es muy poco.

¿Y sobre qué escribir en esos quince minutos?

Aquí está la parte central del asunto. En esos quince minutos escribiremos sobre cualquier cosa que se nos venga a la mente.

Pero SIN PARAR.

¿Y si no se nos ocurre nada que escribir?

Si no se nos ocurre nada entonces escribimos eso: que no se nos ocurre nada. Y después de eso seguimos escribiendo sobre lo que se nos vaya ocurriendo, porque algo fascinante de la mente humana es que siempre se nos están ocurriendo cosas, por más simples que sean. Pensamos en el clima que hace, en lo que sentimos, en recuerdos, en gente conocida, en fin…

A continuación coloco un ejemplo de cuando comencé a hacer ese ejercicio hace unos años:

Ah, se me olvidaba, al comienzo no se debe parar ni siquiera para corregir errores de ortografía, lo importante es escribir y escribir:

“descansen el n la presencia de lo que dejas ser. Pero que contenido puedeo darle a estos sescirtos, solmanente el contenido del fluir y nada más o qué otras cosas podría hacer, no lo sé , sólo sé por ahora qu es un ehercicio interesnate para realizar , ara desarrollar ciertas habilidades-. Ayer que hic eayer en la mañana me levanté. Escribí las páginas y luego me entré a bañar, me bañé. Salí, me vestí, recogí las cosas, am arreglé, creo que luego me preparé un tinto y luego me puse a hacer la exposición de preseminario, me rindió más que el día anterior. Así que en eso estuve desde más o menos las diez hasta la una y media cuando estuvo el almuerzo listo, y estaba muy concentrado aunque también alcance a sentir algo de estrés. Y así estbaa también cuando salimos después de almuerzo.Había algo de tráfico en la autopista porque un carrotanaque había chocado un carro en el carril central. Era raro ese tipo de tráfico a las 3 de la tarde un sábado, pero el estrellón lo explió todo”

¡Ah tiempos aquellos en los que lo usual era que no hubiera tráfico en Bogotá un sábado a las 3 de la tarde!

No importa el tema de lo que se escriba lo importante es primero soltar las ideas y la imaginación. Conectarnos con la capacidad de nuestra mente de generar ideas constantemente.

Entonces adelante, hagamos el ejercicio. Todos los días, quince minutos, SIN PARAR.